425 ANIV VELÁZQUEZ (2024) FRAGUA VULCANOID92947006
Con motivo de la conmemoración del 425 aniversario de Diego Velázquez, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre dedica una colección de monedas conmemorativas al pintor español, fue un pintor barroco español considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal.
En el anverso se reproduce la obra titulada «La fragua de Vulcano», realizada por Diego Velázquez en 1630, que se conserva en el Museo Nacional del Prado, de Madrid.
En el reverso se reproduce el monumento a Diego Velázquez realizado por el escultor sevillano Antonio Susillo, que se encuentra en la plaza del Duque de la Victoria, en Sevilla.
Forma | Cuadrada |
Serie | 425 Aniversario de Velázquez |
Año Emisión | 2024 |
Color | Sí |
Calidad | Proof |
Valor Facial (Euro) | 10 |
Medidas (mm) | 36x36 |
Pureza (‰) | 999 |
Metal | Plata |
Peso (g) | 31.41 |
Tirada (unds.) | 5.000 |
"LA FRAGUA DE VULCANO" 425 ANIVERSARIO VELÁZQUEZ (2024) ONZA
Velázquez, Diego Rodríguez de Silva y
Sevilla, 1599 - Madrid, 1660
Adoptó el apellido de su madre, según uso frecuente en Andalucía, firmando "Diego Velázquez" o "Diego de Silva Velázquez". Estudió y practicó el arte de la pintura en su ciudad natal hasta cumplir los veinticuatro años, cuando se trasladó con su familia a Madrid y entró a servir al rey desde entonces hasta su muerte en 1660. Gran parte de su obra iba destinada a las colecciones reales y pasó luego al Prado, donde se conserva. La mayoría de los cuadros pintados en Sevilla, en cambio, ha ido a parar a colecciones extranjeras, sobre todo a partir del siglo XIX.
Considerado el pintor más importante del barroco español, Diego Velázquez se convirtió en pintor de cámara en la corte de Felipe IV, lo que le permitió estudiar a los grandes maestros del arte nacional e internacional. Su ingente producción artística, entre la que destacan obras tan emblemáticas como ‘Las Meninas’, ha dejado una huella indeleble en la historia universal de la pintura.
La fragua de Vulcano.
El impacto de una sorprendente revelación, explorado en clave de historia sagrada en La túnica de José (Patrimonio Nacional, Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, núm. inv. 10014694), tiene su complemento mitológico en La fragua de Vulcano, el otro lienzo que Velázquez trajo a Madrid después de su estancia en Italia, adquirido con su pareja para las colecciones reales en 1634 y destinado al Buen Retiro hasta que, ya en época de Carlos III, pasó a decorar el nuevo Palacio Real. Cuenta Ovidio en las Metamorfosis (IV) que Apolo, el resplandeciente dios del sol, fue al taller del herrero de los dioses del Olimpo, Vulcano, para darle la humillante noticia de que su mujer, Venus, estaba cometiendo adulterio con el dios guerrero Marte. Velázquez representa la reacción del estupefacto y airado esposo, así como la turbación de quienes le asisten en la fragua, esos cíclopes míticos a los que el pintor ha concedido un segundo ojo. La intención de dar a la escena un tratamiento realista, pero no ridiculizante -en contraste con la irreverencia de nuestro Siglo de Oro literario ante el Parnaso-, resulta clara si tenemos en cuenta el grabado de Tempesta del que partió Velázquez para su composición, pues reduce los elementos sobrenaturales del tema para potenciar su dimensión costumbrista, sólo traicionada por los atributos clásicos del divino Apolo. Como en La túnica de José, el pintor se interesa por captar un momento crítico de alto contenido emocional que le permite desplegar con brillantez toda una variedad de actitudes y gestos en el mismo lienzo. Respecto a Los borrachos, su única incursión en el mito clásico antes del viaje a Italia, La fragua presenta importantes avances en el arte de la narración pictórica: mostrando a todos los personajes pendientes del mensajero, Velázquez conecta sus reacciones, haciéndolos actuar entre sí. La eficaz ligazón entre figuras que se mueven con libertad en el espacio no es la única novedad que esta obra comparte con La túnica de José: aquí también se combina el estudio del natural -modelos en parte repetidos en ambos cuadros- con ecos de la escultura grecorromana, y van disminuyendo el espesor del pincel y el grado de acabamiento de las formas a medida que éstas se alejan del espectador en sucesivos planos.